En una ocasión, en el internado de Boston no teníamos azúcar para nuestros niños. Sin saber cómo, un niño de cinco años, había oído decir que los niños del internado no tenían azúcar.
Se fue a su casa, y le dijo a sus padres que no comería azúcar durante esa semana, para llevársela a los niños de aquel internado.
Sus padres lo trajeron al internado y entre sus manitas traía una pequeña botella de azúcar, la que no había comido esa semana... Aquel niño me enseño que lo importante no es lo que damos, sino el amor que podemos dar.
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