El autobus |
Una mañana gris en una ciudad
norteña. El autobús lleno de trabajadores y estudiantes. Los pasajeros están
sentados, uno al lado del otro, enfundados en sus abrigos invernales,
adormilados por el sonsonete del motor y el calor de la calefacción. Ninguno
habla. Se ven a diario, pero prefieren esconderse detrás de los periódicos.
Una voz exclama de improviso:
«¡Atención, atención!» Se oye
ruido de periódicos y las cabezas asoman.
«Os habla el conductor.
Silencio.» Todos miran la cabeza del conductor. Su voz es autoritaria.
«Guardad todo el mundo los periódicos.»
Los periódicos se bajan unos centímetros más.
«Ahora girad la cabeza y mirad a
la persona que está sentada a vuestro lado.» Sorprendentemente obedece todo el
mundo. Alguno sonríe.
«Ahora repetid conmigo, continua
el conductor, ¡Buenos días, vecino de al lado!»
Las voces son tímidas, un poco
turbadas, pero después la barrera cae. Muchos se dan la mano. Los estudiantes
se abrazan. El autobús está repleto de conversaciones.
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