Te busqué en el poder del rayo y no te hallé... Pues estabas en la paz de la suave brisa.
Te busqué en la imponencia del océano y no
te hallé... Pues estabas en la pequeña naciente de agua.
Te busqué en la inmensidad de las estrellas
y no te hallé... Pues estabas en el brillo de mis propios ojos.
Te busqué en el rugir del León y no te
hallé... Pues estabas en el cantar del ruiseñor.
Te busqué en todas partes del mundo y no te
hallé… Pues siempre estuviste dentro de mi corazón.
Cuando los sabios de oriente buscaron a
Jesús, primero fueron a un palacio y no lo hallaron. Muchas veces buscamos la
felicidad, que solamente Dios puede dar, en autos, joyas, lujos, viajes o
fiestas, y al final del camino nos damos cuenta que estamos tan vacíos... que
estamos llenos de nosotros mismos, pero nos hace falta lo más importante para
llenar ese gran vacío, nos falta Jesús en nuestro corazón.
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