Esta es la historia de Abel, un muchacho que había orado mucho para que Dios le diera una esposa, el problema es que no aparecía y comenzó a desesperarse. Un día cuando estaba orando le dijo al Señor que ya no podía esperar más, que la chica que se arrodillara a su lado derecho en el altar el domingo, esa sería la que Él le daría por esposa. Así que ese domingo fue el primero que paso a arrodillarse al altar a esperar según él la respuesta del Señor. Cuando abrió los ojos se dio cuenta que la muchacha era Gloria, una linda joven pero gordita y nadie quería casarse con ella.
Abel se enojó mucho con Dios ese día y casi termina reprendiendo a Gloria por arrodillarse al lado de él. Así pasaron los días y Abel tenía un verdadero disgusto con Dios, hasta que finalmente decidió llegar a otro acuerdo con el Señor. El sábado siguiente cuando él terminara el aseo de la iglesia, iba a poner una silla junto al piano antes de la reunión de jóvenes y, la chica que se sentara ahí definitivamente sería con quien se casaría. Pues así lo hizo y cuando Abel terminaba de poner la silla, se oyeron unos pasos en el templo, alguien había llegado, ¡Era Gloria otra vez!. Ella había salido temprano del trabajo y un poco cansada se sentó en la silla exclamando: «Gracias a Dios por el hermano que puso esta silla aquí».
Abel estaba muy molesto consigo mismo y con Dios. Pasados unos meses desde ese incidente, los jóvenes se preparaban para un campamento; Abel le pidió una oportunidad más al Señor, ahora atrevidamente oro que la muchacha que sentara junto a él en el último asiento del último bus que iría, sería la mujer que le daría por esposa.
Así llegó el tan esperado día, tres buses salían de la iglesia rumbo al campamento. Lo curioso es que todos iban llenos pero el último asiento donde se sentaba Abel estaba desocupado, él no lo podía explicar; sin embargo extrañamente este tercer camión se desvío de la ruta porque recogería unos víveres primero; lo increíble es que junto con las cosas que recogió, también se subió Gloria y como el único asiento libre era el de Abel fue a sentarse allí.
Abel no quería ni voltear a verla, estaba realmente enojado, ni siquiera la saludo y por un buen rato no le dirigió la palabra. Después de unos minutos, Gloria le dijo lo siguiente: «Dios me ha dicho que tu vas a hacer mi esposo, pero no tienes ningún compromiso, si tú no quieres obedecer la voluntad del Señor, rompamos aquí mismo su palabra de nuestras vidas y no juguemos mas, si quieres vamos a orar ahora mismo».
Abel no pudo más, le pidió perdón al Señor por su rebeldía, comprendió que todo era plan de Dios y aún, le pidió perdón a ella y le propuso matrimonio. Dios los envío de misioneros a un lugar muy pobre donde carecieron de mucho y casi no comían, Abel ahora testifica que de no haber sido por la constitución física de su esposa, ella quizá habría muerto en esos lugares donde predicaban.
Hoy en día Abel es pastor y Gloria le apoya mucho en la obra donde Dios les ha puesto para servirle. Que bonito es cuando permitimos que Dios haga nuestra historia; él tiene una muy especial para ti, deja que él mismo la escriba y la termine, no lo hagas tu, podrías echarlo todo a perder; Dios tiene a tu príncipe azul o a tu cenicienta, espérala(o) y sigue orando y soñando. ¡Ah! por cualquier cosa no hagas oraciones como la de Abel, no es la mejor manera de conseguir novio(a), mejor no juegues, no sea que salgas perdiendo y hasta a la iglesia dejes de ir.
Hsss... Tremendo!!!
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