Si Ud. vio la función de la película "Titánic", sabe lo suficiente acerca de lo que ocurrió el 14 de Abril de 1912, cuando el navío que "ni el mismo Dios podría hundirlo". El hecho es que naufragó. De las 1528 personas que cayeron al agua, apenas 6 fueron rescatadas. ¿Pero Ud. sabía que una de éstas seis personas fue en verdad salvada dos veces en aquella noche? Su historia es un aviso inspirador de que la vida vale más de que apenas sobrevivir.
Para contar la historia de éste hombre, entretanto, es necesario que primeramente, yo le hable de otro, un escocés llamado John Harper. Harper, un ministro del Evangelio, embarcó en el Titanic acompañado de su hija Nana, de seis años. Planeaba viajar hasta la Iglesia Moody, en Chicago, donde había sido invitado para predicar durante tres meses. Cuando el navío chocó contra el fatídico iceberg y comenzó a sumergirse, Harper se preocupó con la seguridad de su hija colocándola en uno de los botes salvavidas. El inició entonces, aquello que sería el último trabajo evangelístico de su joven existencia.
A la medida que las aguas heladas comenzaron a invadir el navío, oyeron a Harper gritando: "Dejen que las mujeres, los niños y los que no son salvos todavía embarquen en los botes salvavidas". Los sobrevivientes relataron que Harper se quitó su propio chaleco salvavidas y lo dio a otro hombre. "No se preocupe conmigo", dijo. "Yo no estoy yendo para abajo, estoy yendo para arriba".
Cuando el navío comenzó a hundirse, más de 1500 pasajeros saltaban o caían en las aguas heladas. En cuanto ellos se sumergían gradualmente o se congelaban hasta la muerte, Harper fue visto nadando entre los pasajeros, convenciéndoles a cada uno a aceptar a Cristo.
Apenas seis de las 1500 personas que luchaban dentro de las aguas fueron rescatadas, incluyendo un hombre que más tarde se identificó como siendo el último convertido de Harper. Este joven había subido sobre un monte de destrozos. Harper que luchaba en las aguas muy cerca de él gritó: "¿Ud. es salvo?" "No", respondió el hombre. Harper entonces gritó las palabras de las Escrituras: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo". El hombre no respondió, y momentos después, fue llevado lejos por las olas. Algunos minutos más tarde, la corriente colocó a ambos hombres próximos uno del otro. Nuevamente Harper preguntó: "¿Ud. es salvo?". Una vez más la respuesta fue: "No". Con el último soplo de su respiración, Harper gritó: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo". El entonces se sumergió debajo de las olas por la última vez.
Allí en aquél momento, el hombre a quién Harper hablara de Cristo, decidió entregar su vida a Él. Cuatro años más tarde, cuando los sobrevivientes del Titanic se encontraron en Ontario, Canadá, este hombre con lágrimas dio su testimonio, contando cómo John Harper lo condujo al Señor Jesús.
Yo no necesito decir que ésta dramática historia jamás hizo parte de una película. Vivimos en una cultura que parece más interesada en historias de ficción, romance, sexo ilícito y joyas caras, de que en el verdadero romance entre Dios y Su pueblo.
Cuando el asunto del Titanic fuera a tono, por tornarse tan popular desde el lanzamiento de la película, cuente a sus amigos el "resto de la historia". Dígales a cerca del joven cristiano escocés que dio testimonio de Cristo con su último suspiro. Certifíquese también que sus hijos conozcan la historia. John Harper nos recuerda una gran lección, el secreto de los siglos: La vida es mucho más que simplemente sobrevivir.
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