Un joven estaba buscando desesperadamente a DIOS. Buscó a un sabio anciano que vivía en una playa cercana a su casa y le formuló esta pregunta:
–Anciano, ¿Cómo puedo ver a DIOS?–. El anciano, que obviamente conocía a DIOS en una profundidad que pocos de nosotros experimentamos, pensó la pregunta por un largo rato. Por último respondió suavemente:
–Joven, no estoy seguro de poder ayudarte, porque verás, yo tengo un problema muy diferente. No puedo dejar de verlo.
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