miércoles, 19 de enero de 2011

EL HIJO

Un hombre rico y su hijo tenían gran pasión por el arte. Tenían de todo en su colección, desde Picasso hasta Rafael. Muy a menudo padre e hijo se sentaban juntos a admirar sus grandes obras de arte.

 

Cuando surgió el conflicto de Vietnam, el hijo fue a la guerra. Fue muy valiente y murió en batalla mientras rescataba a otro soldado. El padre recibió la noticia y sufrió profundamente la muerte de su único hijo. Un mes mas tarde, justo antes de navidad, alguien tocó a la puerta.

 

Un joven con un gran paquete en sus manos le dijo al padre: «señor, usted no me conoce, pero yo soy el soldado por el que su hijo dio la vida. Él salvo muchas vidas ese día, y me estaba llevando a un lugar seguro cuando una bala le atravesó el pecho, muriendo casi instantáneamente. Él hablaba muy a menudo de usted y de su amor por el arte».

 

El muchacho extendió el paquete: «yo sé que esto no es mucho, yo no soy un gran artista, pero creo que a su hijo le hubiera gustado que usted recibiera esto».

 

El padre abrió el paquete. Era un retrato de su hijo pintado por el joven soldado. El contempló con profunda admiración la manera en que el soldado había capturado la personalidad de su hijo en la pintura.

 

El padre estaba tan atraído por la expresión de los ojos de su hijo que los suyos propios se arrasaron de lágrimas. Le agradeció al joven soldado y ofreció pagarle por el cuadro.

 

«¡Oh no señor!, Yo nunca podría pagarle lo que su hijo hizo por mi, es un regalo».

 

El padre colgó el retrato arriba de la repisa de su chimenea. Cada vez que los visitantes e invitados llegaban a su casa, les mostraba el retrato de su hijo antes de mostrar su famosa galería.

 

El hombre murió unos meses mas tarde y se anunció una subasta para todas las pinturas que poseía. Mucha gente importante y de influencia acudió con grandes expectativas de hacerse de un famoso cuadro de la colección.

 

Sobre la plataforma estaba el retrato del hijo. El subastador golpeó su mazo para dar inicio a la subasta. «empezaremos los remates con este retrato de "el hijo" ¿quien ofrece por este retrato?». Hubo un gran silencio. Entonces una voz del fondo de la habitación gritó: «queremos ver las pinturas famosas, olvídese de esta». Sin embargo el subastador persistió: «¿alguien ofrece algo por esta pintura? ¿100 dólares o 200?». Otra voz gritó con enojo: «¡No venimos por esta pintura!, venimos a ver los Van Goghs, los Rembrants. ¡Vamos a las ofertas de verdad!». Pero aun así el subastador continuaba su labor: «"El Hijo", ¿quién se lleva "El Hijo"?». Finalmente, una voz se oyó desde muy atrás del cuarto: «yo doy diez dólares por la pintura». Era el viejo jardinero del padre y del hijo, siendo este muy pobre, era lo único que podía ofrecer.

 

«¡Tenemos 10 dólares, quien da 20!». Gritó el subastador.

 

«¡Désela por 10 dólares y ya muéstrenos de una vez las obras maestras!» dijo otro exasperado.

 

La multitud se estaba poniendo bien enojada. No querían la pintura de "El Hijo". querían las que representaban una valiosa inversión para sus propias colecciones. El subastador golpeó por fin el mazo: «¡"El Hijo" a la una, "El Hijo" a la dos, vendida por 10 dólares!».

 

Un hombre que estaba sentado en segunda fila grito feliz: «¡ahora empecemos con la colección!».

 

El subastador soltó su mazo y dijo: «lo siento mucho damas y caballeros, pero la subasta llegó a su fin».

 

«¿Pero que hay de las pinturas?», preguntó alguien, «lo siento. Cuando me llamaron para conducir esta subasta, se me dijo de un secreto estipulado en el testamento del dueño. Yo no tenía permitido revelar esta estipulación hasta este preciso momento. Solamente la pintura de "El Hijo" seria subastada. Aquel que la comprara heredaría absolutamente todas las posesiones de este hombre, incluyendo las famosas pinturas. El hombre que compró "El Hijo" se queda con todo».

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