miércoles, 18 de enero de 2012

ARRESTO ESPIRITUAL

Un domingo en la mañana me encontraba muy deprimida y triste. Terriblemente depresiva pues estaba pasando por un triste y largo proceso de Divorcio. Ese domingo decidí no asistir al templo donde tengo el ministerio de la música. Soy pianista y también el Señor me usa en las alabanzas cantando.


Ya cansada de pedirle a Dios que me ayudara a salir de mi proceso de divorcio o de que pasara de mí esa copa me enfurecí y decidí que ese domingo ni nunca más volvería a mi Iglesia. Estaba tan sensible que todo lo que me decían lo tomaba a mal. Inclusive me sentía como si nadie quisiera escuchar más mi música.

Me dirigía sin un rumbo determinado, corriendo por una de las carreteras principales de mi País (Puerto Rico) en el área norte en compañía de mis dos hijos varones de 11 y de 12 años respectivamente.

Entre llanto y sollozos les decía que no íbamos a ir al templo. Ya que ellos se asombraron que yo fuese la que dijera eso. Por lo general era yo la que nunca permitía cambiar el día del Señor por nada en el mundo.

Ya con unos 40 minutos de camino en el carro me detiene este oficial de la policía para darme un boleto por ir en exceso de velocidad.

Enseguida pensé: “eso es lo último que me faltaba, un guardia...”. Decido salir del auto y platicar con el policía.
–Oficial, sé que iba algo rápido pero es que estoy pasando por uno de los momentos más difíciles de mi vida, usted no entiende...– dije.
–¿A dónde usted se dirige? Me preguntó el policía.
–Realmente no tenía un rumbo definido...
–Sabe una cosa. Cuando uno se siente como usted se siente en este instante, el único lugar donde uno debe ir es a la iglesia.
–Comienzo a llorar y le cuento lo que me pasó y de la decisión que había tomado.
–Pues yo le voy a perdonar el comparendo, pero tiene que seguirme le voy a escoltar al templo donde yo persevero.

Y me llevó a la puerta del templo escoltada con todo y sirena. Fue un verdadero arresto espiritual. Saben, realmente Dios nos ama. Él es quien sabe lo que es mejor para ti y para mí. Solo tenemos que serle fiel y entregarle nuestro corazón ya que Él tiene el control de nuestras vidas.

—Abigail de Bayamón

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