sábado, 14 de enero de 2012

AMENSE COMO YO LOS HE AMADO

No puedo seguir. Mis piernas comienzan a temblar. Mis rodillas quieren ya doblarse. El peso de esta cruz parece aumentar con cada paso que doy. Mis hombros ya no soportan esta carga, sangran al igual que lo hacen mis manos, las astillas han penetrado profundamente en mi piel. El sudor cubre mi cuerpo y eso aumenta el dolor. Todo a mi alrededor parece desvanecerse, comienzo a observar todo tan oscuro, siento que ya no puedo más. Mi corazón late apresuradamente, mi respiración se vuelve cada vez más difícil, estoy cansado, agitado, exhausto, acabado. Mi cuerpo se derrumba, ya no puedo más, he caído. Intento levantarme pero no tengo fuerzas, esta cruz me aplasta, es demasiado pesada para mí. Mis labios resecos intentan pedir ayuda pero no puedo pronunciar palabra alguna.

Levanto un poco la mirada y observo a alguien frente a mí, su piel está limpia, parece dotada de un brillo especial, su rostro me parece familiar. Quita de mi hombro la pesada cruz. Me toma entre sus brazos. Limpia y sana mis heridas. Me coloca a salvo. En sus ojos hay una mirada que yo jamás había visto antes. Me sonríe y se dirige a tomar mi lugar.

Antes de llegar le agarran de un brazo. Lo desnudan y amarran a un poste. Azotan su espalda con odio mientras le insultan. Lo sueltan, pero aun no han terminado con él, colocan sobre su cabeza una corona de espinas, y sobre su ensangrentado y desfigurado cuerpo lanzan una túnica. Le escupen, ridiculizan y maldicen. Ahora si le dejan tomar mi lugar. La pesada cruz hace doblar su cuerpo. Él sigue caminando sin pronunciar palabra alguna...

Es doloroso ver lo que sucede. Ha caído ya tres veces, incluso un hombre tuvo que ayudarle a cargar la cruz unos metros. No entiendo por qué sigue en pie, ¿porqué se levantó cada vez que su cuerpo se desplomó contra el piso?.

Tampoco comprendo su actitud, a pesar de todo lo que ha sufrido sigue sin quejarse. Su mirada no es la de un derrotado, parece haber algo que lo impulsa a seguir, sabe que le espera la muerte, ¿por qué entonces tanto empeño en continuar?.

Lo han llevado hasta un monte, le han vuelto a desnudar y colocado sobre la cruz que cargaba. Toman algunos clavos y cruelmente le clavan al madero, cada martillazo se vuelve insoportable, aterrador, terriblemente doloroso.

No se escuchan gritos, pero su rostro refleja gran sufrimiento. Levantan la cruz. Vigilan que nadie se acerque. Le dan de beber vinagre. Riñen para ver quién se queda con sus pocas pertenencias. Clavan una lanza en su costado.

Se le escucha decir algunas palabras, parecen tener sentido, es increíble, aun con todo lo que su cuerpo ha soportado su mente sigue nítida, sabe lo que dice, lo que sucede, lo que hace.

Me acerco al sitio donde está, quiero preguntarle ¿por qué tomo mi lugar?. Su mirada me enmudece, mi cuerpo se empieza a estremecer. Vienen a mi mente todas las atrocidades que he cometido, todo el daño que he provocado, el bien que pude hacer y nunca hice. Veo también a otros hombres cometiendo un sin número de barbaridades. Las imágenes en mi cabeza parecen interminables, el pasado, el presente, el futuro, una cadena que parece no tener fin.

Entonces el desfile de escenas en mi cabeza se detiene. Ahora todo está en calma, El sigue mirándome y una suave brisa trae a mis oídos una sola palabra, cuatro letras que se unen para aclarar todas mis dudas, para responder cualquier pregunta, para explicar y justificar todo lo sucedido: AMOR.

Creí que todo acabaría en ese lugar, que aquel sacrificio no tendría ningún sentido. Me equivoqué. Ha limpiado nuestras heridas y nos ha hecho sus hermanos, hijos del Padre Celestial. Ni tú, ni yo no hubiéramos soportado tanto dolor. Somos débiles, pero Él nos ha hecho fuertes. El no ha sido derrotado, murió, pero ha resucitado venciendo la muerte, subió al Cielo y está sentado a la diestra del Padre.

Nuestra vida vale la sangre que el derramó, entonces ¿qué hacer?. No hagas nada, ya Él lo ha hecho todo por ti. Sé que es demasiado, ha entregado su vida por nosotros, dándolo todo sin reclamar nada y tu también lo sabes, entonces no podemos quedarnos simplemente mirando, esperando, desperdiciando una vida que vale tanto. Ayudémosle. ¿Cómo hacerlo? Dios quiere que todos los hombres conozcan el gran amor que nos tiene, para que podamos amarnos de la misma manera en que Él lo hace. Seria genial, no crees. No tienes que gritarlo por las calles, no debes estar diciéndolo a toda la gente, únicamente necesitas aceptar ese amor en tu corazón y estar dispuesto a compartirlo con quienes te rodean. Las palabras convencen, los hechos arrastran.

Amar a quien te odia, a quien te hiere, a quien aborreces, a quien te insulta, a quien no conoces, al amigo, al enemigo, al hermano, a quien es diferente, a quien te comprende y a quien no lo hace, a todos sin distinción. Una labor sencilla para un corazón lleno de amor, un corazón que desea ser como el de Aquel, que siendo inocente cargo con todas las culpas de la humanidad, y como el más humilde tomó un castigo que no merecía, haciendo suyas nuestras debilidades y nuestras sus fortalezas.

Realmente es sencillo, atrévete a intentarlo, si crees no poder, puedes hablarle a Alguien que todo lo puede, Él está a una oración de distancia.

“AMENSE LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO LOS HE AMADO”

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