miércoles, 12 de enero de 2011

GRACIAS JESÚS POR SER MI AMIGO

 

Cuando una espina se clavó en mi pecho,

dejándome sumido en llanto,

pretendí con mi mano desprenderla,

mas no pude: la púa me siguió clavando.

 

Cuantas veces que quise por mí mismo

sacar la espina que punzaba tanto,

aumentaba el dolor cual si un cuchillo

removiera mí carne y mi quebranto.

 

Pero un día dejé que Dios hiciera

lo que no pudo mi impotente mano:

El con la suya me sacó la espina y

acabó con mí pena y mi calvario.

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